Teniendo 30 años de edad, casada y con 4 hijos, Sara Castaños visita un salón de belleza, donde como es costumbre, le prestan una revista para que se entretenga.
En las páginas del folleto, Sara encontró un cupón de una escuela internacional de aviación civil, (California Aircraft Institute), recortó el cupón, se lo lleva a su casa, lo llena y lo envía por correspondencia buscando que le manden más información acerca del centro de entrenamiento.
La escuela comenzó a enviarle información, lo que despertó el interés de Sara por el fascinante mundo de la aviación. Decidió comunicarles su deseo de tomar el curso aeronáutico, pero se encontró con la respuesta de que aunque estaban dispuestos a entrenarla, no tenían clases disponibles en República Dominicana. Sin embargo, le ofrecieron la opción de recibir los materiales de estudio y las prácticas a través del muelle de Puerto Plata.
Sara aceptó recibir toda la documentación vía el puerto, se inscribió en el curso, completaba las lecciones y las enviaba a la escuela a través del muelle; ellos las corregían y se las volvían a enviar ya rectificadas. Esos paquetes tardaban hasta 15 días en llegar.
Sara quería más
La duración del entrenamiento fue de 6 meses, le enviaron su certificado de graduación y ahora Sara quería más.
Sara quería ir a la estructura física de la industria aeronáutica, porque sólo había hecho la teoría y las prácticas derivadas, pero no sabía cómo funcionaba un aeropuerto; así que decide visitar el Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón en Puerto Plata.
Cuando llega al aeropuerto, se dirige a lo que en ese tiempo era la “Dirección General de Aeronáutica Civil”, donde se entera de que no había mujeres trabajando como controladoras aéreas y no tenían planes de contratar a ninguna. Esta noticia fue frustrante para la señora Castaños; se regresó a su casa, pero decidió ir al aeropuerto todos los días para insistir.
Un año después deciden darle la oportunidad de familiarizarse en el área, pero sin pagarle, ya que primero debía demostrar que podía hacer el trabajo; tampoco recibió el curso de control de tránsito aéreo, ya que dicha formación no estaba disponible para mujeres.
Fue dificil ganarse el respeto de sus compañeros
Sara aprendió el oficio en el puesto de trabajo y cuenta que lo más difícil fue ganarse el respeto y el reconocimiento de sus compañeros de labor; pero un año después de trabajar sin remuneración, en 1985, fue nombrada como Controladora de Aeródromo.
Cinco años después de su entrada, le dieron la oportunidad a una segunda mujer para desempeñarse como controladora aérea. Hoy en día, hay un importante número de mujeres que ejercen esta labor, segùn El Nuevo Diario.
Fuente: Arecoa.com
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