Geraldo Parache dice que nunca había visto un fuego como aquel del 2015 en sus 14 años como guardaparques en Los Haitises (zona Sur).
«Empezó en el Bajo Yuna, desde aquí se veía todo. Duró un mes y tres días y quemó una gran cantidad de árboles porque la naturaleza estaba presta para eso. Fue una sequía desde noviembre hasta mayo. A principios de mayo comenzó ese incendio y terminó el 3 de junio».
Manos criminales que no recibieron la sanción que merecían iniciaron el incendio que, según Perache, ni los helicópteros cargados con agua pudieron combatir.
“Ese fuego lo combatió la naturaleza cuando llovió. Lo más grande para un guardaparques es enfrentarse a un fuego”.
Parache cuenta cómo vivió aquella experiencia en el Encuentro Verde de Listín Diario desde lo alto de la caseta ubicada en la comunidad El Higüerito, en el distrito municipal Majagual (Sabana Grande de Boyá, Monte Plata).
Desde allí no solo vigila y supervisa una de las áreas protegidas más grandes de República Dominicana: también reinvindica el trabajo de los héroes anónimos que sin horarios y arriesgando en ocasiones sus vidas defienden el patrimonio natural local.
Nacido y criado en Majagual, antes de ser guardaparques vivía en la capital “haciendo otro tipo de actividades”, pero “entendí que la ciudad no me gustaba y volví al campo”.
Como siempre había mostrado interés por la protección ambiental, no dudó en pasar a formar parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap).
Ya como guardaparques, asegura que se fue adaptando también a los conflictos propios del trabajo: el choque de intereses y la mala percepción del oficio.
“Hay personas que cuando ven a un guardaparques creen que van a hostigarles sus vidas. Si usted tiene que proteger un área protegida, todo el que está dentro tiene un interés que usted va a corregir, y por ende usted empieza a sentir un poco de presión por parte de la gente que quiere aprovecharse de esa área protegida”, comenta.
A veces no quieren respetar al guardaparques, agrega el administrador del Parque Nacional Los Haitises, el ingeniero agrónomo Alejo de la Cruz, labor que realiza desde 2018.
«La gente los ve como chivatos, chismosos, porque dicen que llevan el mensaje de los ilícitos a la Guardia».
A TIEMPO COMPLETO
Parache se ha formado dentro y fuera del país en protección de recursos naturales, control y vigilancia de áreas protegidas, relaciones humanas, manejo de armas y control de fuegos forestales.
Su rutina diaria, como la de todos los guardaparques del país, consiste en recorrer los senderos y hacerle frente a cualquier ilícito ambiental que encuentre.
Entonces proceden a mandarlo a parar, tomar nota de la infracción y del infractor, sacarlos del área para que no sigan dañando y proceder al sometiendo que indican las leyes. En este trabajo cuentan con el apoyo del Servicio Nacional de Protección Ambiental (Senpa).
Es el trabajo cotidiano pero el guardarparques no tiene horas ni días para trabajar, señala De la Cruz.
Las travesías de una zona a otra del parque, cuando son necesarias, les obligan a recorrer cientos de kilómetros a través del relieve irregular de Los Haitises. Esto implica muchas veces iniciar los recorridos en la madrugada o amanecer en el terreno, sobre todo cuando necesitan pasar desapercibidos para sorprender a los infractores.
El ilícito más recurrente que enfrentan es la tala de árboles, el chapeo y el secado con fuego para fines agrícolas.
También les toca limpiar los senderos (antes lo hacían las brigadas forestales) y combatir los fuegos forestales.
POCO VALORADOS
A Parache le gustaría que la sociedad valorara más el trabajo del guardaparques como defensor y vigilante de las áreas protegidas y como enlace entre las autoridades y las comunidades ubicadas en las zonas de amortiguamiento.
«Cuando uno entra comienzan a caerle muchos conflictos. Con el tiempo uno se ve enredado en tantos conflictos que dice bueno, vamos a continuar porque los estamos resolviendo», sostiene.
La comunidad de Majagual es muy colaboradora y ayuda en la protección, explica Parache. En otras zonas, en cambio, le ha tocado enfrentarse a productores y dueños de fincas -incluidas amenazas de secuestro- que entieden que los proyectos de delimitación del parque nacional solo buscan arrebatarles sus tierras.
La socialización con la comunidad, la confianza de la gente, establecer diálogos de paz en zonas de conflicto y ver que pese a las dificultades el parque sigue siendo una de las áreas protegidas más importantes -y defendidas por la sociedad- es, para Parache, motivo de satisfacción para seguir adelante.
«La gente ya reconoce que es un área que se va a proteger por encima de cualquier persona, que no nos vamos a dejar intimidar».
NECESIDADES
La más apremiante, dice Geraldo, tiene que ver con el personal. No es suficiente, como denuncian los ambientalistas.
«Por lo menos para patrullar. Si tenemos un centro de protección, necesitamos dejar un personal para que vigile el centro y para que, si es posible, nos dejen algo de comer».
En Los Haitises, admite De la Cruz, apenas 17 de los 35 guardaparques asignados están activos en el terreno. El resto está en pruebas o son envejecientes en espera de pensión.
La falta de personal ocurre pese al interés que, de acuerdo con Geraldo y Alejo, muestran muchos jóvenes de convertirse en guardaparques.
Majagual es una de las cinco zonas en las que está dividida la parte suroeste de Los Haitises. El parque tiene una extensión de 600.82 kilómetros cuadrados.
Parache considera, además, que cuando se tomen decisiones relativas a un área protegida los guardaparques, como máximos conocedores del lugar, deben de ser consultados y escuchados.
Parache y De la Cruz compartieron impresiones con la bióloga Yvonne Arias, coordinadora del Encuentro Verde de Listín Diario, y Carmen Cañizares, coordinadora de Educación Ambiental de la fundación Propagás, a propósito de celebrarse el el próximo 31 de julio el Día Mundial del Guardaparque.
MÁS PERSONAL
Unos 1,050 guardaparques se encargan de vigilar las 127 áreas protegidas de República Dominicana. Para los ecologistas, este personal no es suficiente para cubrir los 12,085.04 kilómetros cuadrados de superficie terrestre que componen el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap).