Punta Cana: playas para disfrutar del Caribe en invierno

Aunque el plan estrella es tostarse al sol en fabulosos hoteles, este rincón caribeño ofrece mucho más: paseos por la jungla, bailar bachata en una idílica isla o descubrir una villa mediterránea del siglo XVI

Será por la fascinación que ejercen sus parajes de postal o por sus días de verano en pleno invierno o, sencillamente, porque la vida resulta más hermosa cuando es alegre y sabrosona. Será por todos estos atributos por lo que República Dominicana registra el más alto grado de felicidad de América Latina. Así lo constata un estudio que evalúa no tanto los parámetros del bienestar como otros rasgos, tendencias y factores más relacionados con el modus vivendi.

Bien mirado, puede que el colmo de la dicha, más que en el IPC o en el salario básico, esté en una playa infinita de Punta Cana, esa franja del extremo este del país a la que el turismo hincó el diente hace apenas cinco décadas. Puede que el máximo bienestar se alcance a orillas de estas aguas turquesas que se cuentan entre las más bellas del Caribe, sobre el lánguido balanceo de una hamaca y sin más esfuerzo que el de batirse a sorbos con la piña colada.

La República Dominicana registra el más alto grado de felicidad de América Latina

Para ello están los complejos de lujo con sus fabulosos paquetes de all inclusive. Hoteles como TRS Turquesa Hotel en el que, como en un sueño, se puede hallar lo que se necesita. Todo es cuestión, como suele decirse, de pedir por esa boquita, que por algo hasta cuenta con un servicio de mayordomía personal, durante las 24 horas del día, destinado a satisfacer los deseos de los huéspedes.

Indulgencia infinita

Emplazado en la famosa Playa Bávaro, un arenal blanquísimo de 20 kilómetros ribeteado de cocoteros y acariciado por un mar cristalino, este hotel de lujo sólo para adultos es el lugar donde parar el tiempo para rendirse al placer con los cinco sentidos. O lo que es igual, a esa Infinite Indulgence (indulgencia infinita) que proclama su lema.

Y lo cierto es que hay dónde elegir. En sus 32 hectáreas (también se permite el acceso a los hoteles vecinos del grupo Palladium Hotels & Resorts) no sólo caben siete piscinas, jardines tropicales, un gimnasio y un centro wellness llamado Zentropia con zona de hidroterapia, baño de vapor, sauna, baño turco y salas para tratamientos especiales. Por si fuera poco, también cuenta con la friolera de 14 restaurantes y 24 bares.

Desde La Bohème y su sofisticada gastronomía francesa, hasta Kusko, de cocina nikkei (fusión japo-peruana), pasando por Helios, de inspiración ibicenca, o por la parrilla argentina de La Paisana, en TRS Turquesa Hotel se puede dar la vuelta al mundo con el paladar. Y aún con el estómago lleno, el descanso será perfecto en sus magníficas habitaciones y suites, todas con bañera de hidromasaje, entre las que destacan las Romance Swim Ups (una especie de bungalows con piscina privada), o las Jacuzzi Terrace Suite Beachside (con terraza dotada de cama balinesa y acceso directo a la playa).

De la jungla a la isla del tesoro

Pero, aunque la indulgencia gane la batalla como para no querer salir del complejo, Punta Cana no se acaba en su playa infinita. Hay vida más allá del tumbing y desde el propio hotel se puede comprobar a través de unas excursiones con las que sumergirse en toda la magia del trópico.

Una de ellas, maravillosa, es el paseo por la jungla en la reserva ecológica Ojos Indígenas. Más de 600 hectáreas de bosque en el que las doce lagunas de aguas cristalinas dan nombre al parque protegido: para los aborígenes, por su peculiar forma, se trataba de los ojos de la selva. También existen manantiales, plantas estrambóticas y especies nativas de fauna, todo ello atravesado de senderos señalizados que se pueden abordar a caballo. Y no faltan, claro, los chapuzones en agua dulce.

Pero quienes quieran conocer el arquetipo del paraíso han de acercarse a Isla Saona, el lugar que bien podría haber inspirado el emoticono del Whatsapp que usamos para mostrar exotismo. No hay mayor placer que el de bañarse en sus cálidas aguas esmeralda para luego buscar la sombra entre las palmeras de sus playas vírgenes. Poco más (y poco menos) puede hacerse, además de atiborrarse a cócteles tropicales, degustar fresquísimas langostas o soltar las caderas a golpe de la bachata que se vierte a todo volumen desde los chiringuitos, y que continuará después a bordo del catamarán en una travesía de regreso que, como mandan los cánones del Caribe, se convierte en una fiesta.Punta Cana

Un poco de urbanismo

Porque no todo va a ser naturaleza, otro buen plan es descubrir Altos del Chavón. Pasear por calles empedradas, dejarse tentar en pintorescas tiendas o escudriñar sin prisa galerías de arte. Todo esto es posible en esta villa erigida toda ella de madera y piedra coralina. Un lugar que nació de una manera peculiar cuando fue preciso dinamitar una montaña para la construcción de una carretera. Entonces se decidió aprovechar el material descartado y alumbrar con él una réplica de aldea mediterránea del siglo XVI.

Los amantes del lujo sin fisuras encontrarán su espacio en Casa de Campo, el centro turístico de La Romana

Hoy Altos del Chavón, que se eleva sobre el río homónimo que se retuerce en medio de la selva, no sólo es un mero escaparate sino un espacio pleno de vida con un innegable barniz artístico. Una prestigiosa escuela de diseño, dos museos (del ámbar y arqueológico) y un soberbio anfiteatro de inspiración griega con capacidad para 5.000 espectadores dan buena cuenta de ello. Este último, por cierto, fue inaugurado por Frank Sinatra y ha visto desfilar a estrellas de la talla de Sting, Elton John y Julio Iglesias.

Los amantes del lujo sin fisuras encontrarán su espacio en Casa de Campo, el centro turístico de La Romana en el que descansan las instalaciones de más alto nivel: campos de golf, canchas de tenis y polo y restaurantes que mantienen elevados estándares de calidad. Todo ello en un entorno privilegiado, con exuberantes playas como la de Minitas y con una encantadora marina, inspirada en la costa mediterránea, donde se puede cenar bajo las estrellas con vistas a prohibitivos yates.

Y para rematar los planes, un poco de vida nocturna. Como la que tiene lugar en Chic Cabaret & Restaurant, que es mucho más que una cena con espectáculo: ubicado dentro del complejo del TRS Turquesa Hotel, lo que aquí encontramos, además de un festín gastronómico con un menú gourmet e ilimitadas bebidas premium, es un show de más de tres horas de duración: 30 incombustibles artistas en escena (cantantes, bailarines y acróbatas) logran conquistar al público con sus números sorprendentes. Después la fiesta continúa con un dj para que el ritmo no pare en Punta Cana.

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