Escritor, lengua y nacionalidad

El idioma en que se expresa un escritor es un vínculo. No su nacionalidad. Franz Kafka, por ejemplo, escribía en alemán y es un novelista checo de expresión alemana.

En la Europa del este, numerosos escritores adoptaron lenguas extranjeras para expresarse. Húngaros, polacos, búlgaros y hasta rumanos han hecho una obra considerable en alemán sin que nadie tenga la menor duda de su nacionalidad. A pesar de su lengua literaria siguen siendo búlgaros o polacos. Elías Canetti, por ejemplo, premio Nobel de Literatura (1981), es otro de los numerosos ejemplos del tipo de Kafka; pero también el polaco Joseph Conrad que escribía en inglés e hizo una extraordinaria obra novelística en una lengua que tampoco era la suya. Tanto el alemán como el inglés o el francés tenían un público lector más amplio que sus respectivas lenguas maternas.

En lo que concierne a los autores bilingües, es diferente. Adoptan una lengua, pero la materna mantiene el vínculo con la nacionalidad de origen. El irlandés Samuel Beckett (Nobel de Literatura, 1969), por ejemplo, escribía tanto en francés como en inglés y es irlandés.

Existe confusión entre nacionalidad y lengua, hay países africanos que utilizan el francés como lengua vehicular; igualmente escritores del Caribe francés, anglófono o los inmigrantes dominicanos de Estados Unidos, por ejemplo, que se expresan en inglés, que no es su lengua. Su expresión literaria no les hace ingleses o estadounidenses. En Bélgica, Suiza y muchos países de África con más de una lengua oficial, el idioma no plantea problema con el abstracto sentimiento de nación.

En República Dominicana nos preguntamos si los escritores dominicanos de expresión inglesa pueden ser considerados dominicanos o estadounidenses. El caso de Junot Díaz y Julia Álvarez, para citar a los más conocidos, no es tan simple como parece.

Ambos perdieron la lengua de sus padres y se expresan en inglés, pero tanto Díaz como Álvarez alimentan su obra de ficción de la cultura de sus ancestros y del país de origen: República Dominicana.

En Drown, Díaz relata la vida de los inmigrantes adolescentes en New York basada en recuerdos de la lejana tierra de sus padres. En Cuando las muchachas García perdieron su acento, En el tiempo de las mariposas, Yo y en otras novelas de Julia Álvarez, la memoria de la organizadora del texto es dominicana.

El problema no es tan sencillo, como dije antes. En este caso entramos en el terreno de una abstracción: el sentimiento de pertenecer, de nacionalidad. Julia Álvarez ha dicho en diversas ocasiones que ella es norteamericana de origen dominicano. Se define como escritora norteamericana. Tiene su derecho, pero es una escritora dominicana de la diáspora. Y lo sabe.

Su obra es dominicana, aunque sus personajes sean vistos por el prisma de su cultura de adopción. Recuerdo que su novela En nombre de Salomé, sobre los últimos años de la vida de la insigne poeta Salomé Ureña de Henríquez al ser traducida al español también se tradujeron sus versos a partir de como los había vertido al inglés la autora de la novela, cosa que desnaturalizó completamente la poesía de Salomé al volver a su lengua original. Evidentemente eso no es responsabilidad de Julia Álvarez mas del traductor que no consideró oportuno buscar los originales suponiendo que no era lo importante de la historia de la novela. Tampoco a la autora parecía preocuparle la opinión del lector hispano sobre la poesía de Salomé. Como novelista tenía todo el derecho.

El laureado Junot Díaz tiene otra actitud en cuanto a ser dominicano se refiere. No parece preocuparle si es un escritor norteamericano y se define de la diáspora dominicana de Estados Unidos. Recuerdo que dijo, a propósito de algunas inexactitudes geográficas en su novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao (premio Pulitzer de novela, 2008), que la ficción se lo permitía y tiene razón.

Junot Díaz, a pesar de sus reiteradas irreverencias en lo que concierne a República Dominicana; a pesar de sus críticas a ciertos sectores dominicanos con respecto a la inmigración haitiana en su país de origen, nunca ha dicho que se considere un escritor norteamericano. Su propia obra, que todo parece indicar que la respalda una sólida teoría y cultura literarias, le impediría que se considerara un escritor norteamericano y, sin que lo manifieste de manera expresa, siente orgullo por sus orígenes.

Para los artistas y deportistas que el idioma no les identifica. El vínculo es la nacionalidad. Recuerdo que Oscar de la Renta al asumir la dirección de la Maison Balmain (París), un periodista francés le preguntó que cómo se sentía un americano en París y que el famoso diseñador le contestó: “De pasaporte y dirección, ¡Soy dominicano!”.

En deporte todo cuanto concierne a la nacionalidad es muy sensible. Todavía hoy me impresionan las palabras del ex lanzador de los New York Yankees Dillin Betances al responderle a un comentarista deportivo que no entendía cómo era posible que, si había nacido en New York, figurara en el roster del equipo dominicano de béisbol del mundial 2013: “¡Porque los dominicanos nacemos en donde nos da la gana!”.

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