Si has visto Parque Jurásico, seguro recordarás la escena en la que científicos logran usar ADN de dinosaurio, extraído de mosquitos fosilizados en ámbar, para volver a dar vida a los animales prehistóricos. Lo que quizá no sepas es que Michal Crichton, autor del libro y de la adaptación al cine de este título, escribió este pasaje inspirándose en el trabajo real de los naturalistas George y Roberta Poinar en las minas de ámbar de la República Dominicana. Incluso, algunas de las escenas de la cinta se filmaron en su laboratorio. ¿Qué ocurrió en realidad?
En 1986, durante una expedición a la región montañosa del país caribeño para recoger muestras de ámbar (resina fosilizada que se escurre por los árboles de algarrobo), la pareja estadounidense se encontró con algo increíble: los insectos prehistóricos que se habían quedado atrapados y preservados en piedras de ámbar conservaban algunas células intactas, incluyendo partes de su ADN. Pero, mientras que para Hollywood estos fósiles en ámbar fueron la base de un mundo de fantasía, los Poinar los usaron para recrear un mundo real. Más específicamente, para reconstruir cómo fue un bosque que existió en República Dominicana hace 45 millones de años.
Los expertos no solo analizaron los fósiles en ámbar que ellos hallaron, también investigaron muestras recogidas por mineros dominicanos a lo largo de 20 años. Así, en la pegajosa resina de los algarrobos encontraron rarezas como abejas y escorpiones sin aguijón, pelos de un rinoceronte antillano y de un tigre dientes de sable. También, una flor de una especie de planta desconocida, que floreció hace 15 millones de años y hoy está extinta. E incluso una garrapata que aún contenía sangre del simio al que picó, siendo la única muestra hallada de glóbulos rojos de un antiguo mamífero a la que ha tenido acceso la ciencia. Y no solo eso: la muestra contenía un parásito muy similar a uno que en la actualidad causa una enfermedad en mamíferos similar a la malaria, con lo que eso supone para el estudio y el avance en la erradicación de una enfermedad que mata cada año a tanta gente.
Casi cuatro décadas después del primer hallazgo de los Poinar, las investigaciones siguen su curso y esta resina continúa aportando valiosa información sobre la pérdida de biodiversidad o el proceso de conformación de las Antillas Mayores, entre otros aspectos. Pero, además de por sus propiedades conservacionistas y restos fósiles, el ámbar dominicano es un tesoro cada vez más apreciado por su singularidad y belleza. Incluso, muchos le atribuyen propiedades sanadoras y mágicas, al atraer la buena suerte.
Ámbar, un regalo de la naturaleza
Parece que los indios taínos que habitaban la isla fueron los primeros en valorar y apreciar la perfección de este regalo de la naturaleza. Tanto que, cuando Cristóbal Colón llegó en el siglo XV, le presentaron las preciadas piezas de artesanía elaboradas con él. Pero los españoles estaban cegados con el refulgir de otro material dorado, el oro, y eso hizo que el ámbar cayera en el olvido. Fue “redescubierto” para la joyería a principios del siglo XIX y ahora es, sin duda, uno de los principales atractivos y señas de la isla.
El ámbar dominicano, que se extrae de las minas ubicadas en las colinas de La Cumbre (una comunidad ubicada a 43 kilómetros de la ciudad de Puerto Plata), es el ámbar más caro del mundo por ser el más transparente y porque se han hallado muestras en tonalidades y matices increíbles. Hoy, es la materia prima de exclusivos diseños de joyas que se venden en todo el mundo y es un orgullo nacional. Tanto, que tiene una Ruta del Ámbar y dos museos, uno en la misma Puerto Plata y otro en la capital, Santo Domingo.
La ruta consiste en un tour educativo que permite conocer las citadas minas y profundizar en la historia y las propiedades del ámbar. Un objetivo que se puede completar visitando el museo de Puerto Plata, ubicado en una casa de estilo victoriano del centro de la ciudad. En sus diferentes plantas se exponen algunas de las piedras más impresionantes de ámbar dominicano, incluyendo muestras con fósiles vegetales y animales, como un lagarto de casi 43 centímetros, un escorpión, un ciempiés, un nido de avispas, y dos escarabajos apareándose, cuya datación se fija entre quince y veinte millones de años.
Larimar, la Turquesa Dominicana
Pero, si el ámbar es hoy una materia prima digna de estudio y admiración, muy codiciada en la joyería tradicional del país caribeño, el larimar no se queda atrás. La República Dominicana es privilegiada por poseer esta piedra, única en dichas tierras del Caribe. Se cataloga como un tesoro desconocido y único en el mundo, convirtiéndola en una de las gemas más interesantes, novedosas y misteriosas que se conoce.
La historia de esta piedra semipreciosa se inicia en 1974, año de su descubrimiento y parece ser que debe su nombre a la hija de Miguel Domingo Fuertes Loren, el pionero en trabajar con ella -Larimar es el compuesto de Larissa, y la palabra mar, por las similitudes que veía entre el color de la piedra y el del mar Caribe-. Dicen que infunde paz, amor y serenidad y, por su color y dureza, parecido al de la turquesa, es una materia prima perfecta para trabajos de joyería. De hecho, con el paso de los años su popularidad ha ido creciendo hasta formar parte de las colecciones de las diseñadoras de joyas dominicanas más prestigiosas.
Actualmente, su Escuela Taller y Museo es visita obligada para todo aquel que visita la Ciénaga, en Barahona. En este lugar se explica su historia, se imparten cursos de lapidaria y joyería y los artesanos exhiben y venden sus productos. Quien visita la zona también tiene la posibilidad de acercarse a las minas de Bahoruco, Barahona, para ver los procesos de extracción del Larimar y la salida de los trabajadores, o visitar los talleres apostados a lo largo de la carretera principal para observar el proceso de corte y pulido. El larimar tiene hasta Día Internacional, el 22 de noviembre y fue declarado “Piedra Nacional” por encontrarse únicamente en la República Dominicana.
Los nuevos diseños en joyería
Las piedras semipreciosas dominicanas de larimar y ámbar poseen características únicas y representan la historia, la esencia y el conocimiento de esta isla del Caribe y sus gentes. Diseñadoras como Monica Varela, Joarla Caridad y la influencer Danielle Barkhausen son algunos de los nombres propios del país que actualmente trabajan con ámbar y larimar y presentan propuestas de piezas con gran aceptación entre el público. En concreto, la joven Joarla Caridad, cuyos padres gestionan la tienda del Museo del Ámbar de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, es la artífice de la colección The pool collection, creada enteramente con larimar; Mónica Valera, mediante la mezcla de los procesos más tradicionales de la joyería clásica con las nuevas tecnologías, como impresión en 3D, también ha trabajado con estos materiales; y la influencer Danielle Barkhausen ha dado un impulso a los diseños con larimar, creando piezas como un collar en forma de rayo que se ha hecho muy popular.
Fuente: Mitur.gob.do